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Anónimo VI

Tímidamente se levantó el viento esa tarde, mientras le daba su último beso de despedida. Era un agosto de esos que quiebran la templanza de los madrugadores, que tiñen de algodón los prados de la ciudad, y su perro, conocedor de la rutina en estos casos, se lanzó de un salto a la cama y movió sus patas delanteras buscando un tesoro en el colchón. Inevitablemente se levantó sin despertar del todo, tomándose unos minutos para ordenar todo en su cabeza: las ideas, los recuerdos, la lluvia, las manos. No quería salir, pero su cuerpo, que conocía la rutina en estos casos, simplemente movía sus extremidades para conseguir lavarse, vestirse con tres chalecos, dos pantys y el arsenal de vestimenta acorde a este tiempo, tomarse de tres sorbos el café (por supuesto que era tarde) y avanzar por la ciudad destemplada. Todo se veía igual que ayer, excepto que en los bordes de su campo visual había un verde luminoso que teñía de vida el claroscuro matinal. Se subió a la micro pisando cada uno de los pastelones enmarcados en piedras, y se sentó tranquilamente entre dos árboles azotados por la primavera, mirando por la ventana pasar perfiles de casas, de edificios, de tristezas, de cansancio. Se baja un grupo de estudiantes y se sube un gélido torrente por la puerta de atrás que casi le quita el asiento a una anciana, mientras sus pensamientos vagaban al igual que su perro, persiguiendo aves, corriendo tras aquel escurridizo momento vivido en esa misma plaza, mordisqueando cada vara que se cruza en su camino mientras disfruta el calor del sol. Fue en ese momento en el cual llegó a sentarse a su lado y con una tibieza escalofriante le dijo que ya no seguiría con esta situación, que lo sentía pero debía tomar esta decisión y, con justa razón, entendía si su enojo duraba más del tiempo recomendado. Simplemente pasó sus dedos por su cara, se miraron de reojo y le dio su último beso de despedida, al tiempo que tocaba el timbre en la parada ya conocida, bajándose de la micro de tres saltos y sintiendo, en medio del frío y esquivando a los hombres en moda polar, un viento tímido como el de aquella tarde, y al irse una lágrima bajó de sus ojos, cayó al suelo y siguió con su vida.

Lo que dibuja mi mente cuando disfruto el silencio

Y como se trata de una ocasión especial, va con canción…

Lenta la lluvia ha caído.
Pensamientos negativos
se van destiñendo,
se van corrompiendo
de verdes y azules y rojos colores
que cambian el filtro
y vemos ahora la vida
en technicolores
y empieza a buscar la salida,
evitar las bocinas,
encontrar el lugar y el tiempo
para asentarte en tu vida.

Y si quieres abrir tu manito,
posarme en la infinidad de tus dedos,
perderme un ratito
o solo saborear de algún modo
el dulzor de tus labios,
perder la razón…

No entran moscas en tu boca
más si la entreabres
me podría entrometer en tus horas,
armar en un rinconcito alguna choza
y sentarme en las noches a ver tus estrellas
pintar tus colores
y contarte en suspiros mojados
que quiero quedarme a tu lado

Y si quieres abrir tu manito,
posarme en la infinidad de tus dedos,
perderme un ratito
o solo saborear de algún modo
el dulzor de tus labios,
perder la razón,
amarte un momento
y disfrutar el silencio.

Nueve

  1. Partamos por lo evidente: a las nubes no les gusta la noche. Si no es en tropel, si no encadenan sus brazos para armar una sola unidad, simplemente se ocultan y dan paso a un punteado cielo nocturno.
  2. Al viento le gusta jugar. Él no descansa, simplemente va, gira en la esquina, se agarra de aquel auto que parte en la luz verde, se suelta en el parque, se esconde bajo unos arbustos y cuenta uno y dos y tres y parte nuevamente tras esos perros que corren por la vereda y así va tejiendo la ciudad.
  3. Tambaleando por la ventolera y por olvidar sus lentes en el velador al quedarse dormida luego de horas de ver How I met your mother luego de que su compañera de oficina le contará de lo hilarante de la serie luego de que la viera llorar en el pasillo luego de salir a contestar una llamada insistente en la cual las palabras que salieron trizaron su visión en acuosos fragmentos que rodaron por sus mejillas y que la hicieron distraerse y despertar tarde, saliendo apurada y dejando sus anteojos en el velador viendo sin mirar el cielo teñido de mañana. Tambaleando llega a la esquina donde una vez camino de la mano con su amor de colegio, y tropezando con un par de recuerdos cae al suelo, afirmando con sus manos los pasos de personas sin nombre que también guardaron memorias en este lugar.
  4. Otra de las cosas que pasan habitualmente: el éxodo de cucharas fuera del cajón. Cómo queriendo liberarse, revelarse de la norma. Ellas buscan la forma de cortar o de picar, de hacerse invisibles o de atacar, pero su dulce curva no las deja ser otra cosa que cucharas.
  5. Hay noches en que piensas cómo enamorarlo, mañanas en que quieres que las horas avancen en tropel, atardeceres ciegos de concreto, medios días repletos de eufemismos y prejuicios, amaneceres en soledad. Pero todos los días existe un segundo en que todo cobra sentido, y si lo alcanzas, el resto de las horas lentamente correrán hacia lo que tiene que pasar. A mi me pasó a media tarde un sábado. A un amigo fue un lunes por la mañana cuando, sin querer, fue lanzado dentro de un metro que aparentemente no le servía, pero que lo llevó finalmente a ser feliz. Y se de una mujer que vio pasar aquel segundo, o un par de ellos, pero su nostalgia la hizo mirar cierta luz que decaía y siguió aletargada en su vida.
  6. «Cuando te consueles – porque uno siempre termina por consolarse – te alegrarás de haberme conocido», le dijo el Principito al aviador.
  7. Siento que cien sacudidas no son suficientes, que siempre seremos los que sostienen la sátira mundana, pero espero silente que en un espacio de sin sentidos alcancemos la sabiduría para saciarnos con lo suficiente y seguir nuestra senda hacia el seguro sino de la felicidad…
  8. Los notarios, los dentistas, los cajeros y los delincuentes siguen teniendo una cosa en común: todos se limpien el poto con papel higiénico.
  9. Declaro firme y solemne: hoy soy feliz.

Asunto cotidiano

La gente caduca enfilándose a la soledad
Dos metros de residuos viejos en esta ciudad
Algunos no pueden dormir
Algunas no dejan vivir

Las nubes grisáceas del centro no dejan soñar
Amorfas nublando la vista y dejando al pasar
Un hombre con mucho dolor
Tendido en el suelo pensando en su Dios

Errantes van esas sonrisas mirando al andar
Los miles de llantos, el frío, el caos total
Las filas de autos sin fin
Las filas repletas de gentes sin fin

Las nubes grisáceas del centro no dejan soñar
Pero es que mi sueño de pronto se ha vuelto verdad
Y paso y suspiro y así
Trajino las calles de donde viví

La gente inclemente explota sin ganas de amar
Al ritmo de tacos alegan si vienen o van
Y yo, al ritmo de tu voz
Me enredo un tu pelo y veloz
Te arropo en mi corazón

Detengo la prisa y te canto una dulce canción.

Buenas noches

Pienso en que vienen 366 días antes del próximo año nuevo

Que me queda 1 mes para cumplir un año trabajando

Que los últimos dos meses se han llenado de tranquilidad y equilibrio

Pienso en las guerras, las bombas y los muertos

En tus ojos, en mi guitarra, en los conciertos

Conversaciones eternas, personas que han pasado

personas que se han quedado

Recuerdo los llantos olvidados y las risas amontonadas

Las fiestas, los cambios y virajes

Cuando creí hacer lo correcto y cuando, sin querer, realmente llegué a hacerlo

Los besos, el frío misterio y aquello que no se puede contar

Sus ilusiones, mis sueños y mis realidades

Las gracias, el esfuerzo y la recompensa

Me detengo a tomar aire

Total, al final, el año no se pasa más rápido que el anterior

y el que sigue viene tan avasallador como este

Simplemente voy a seguir con los brazos abiertos

y el alma abierta

e intentando hacer las cosas bien… intentando que todo salga bien

Buenas noches

Pasaste a llevar el silencio

Pasaste a llevar el silencio.
Dormida, sentí tu respirar
Resquebrajar los momentos.
Mírate y no te justifiques
Y vuelve acariciar el tiempo.

Pasaste a llevar el silencio
Y con él la pena y el temor.
Pasaste y solo pasaste
Dejando una brisa brillante
Y un espacio oscuro de sol.

Te quedas con mi memoria,
Insinuando en suspiros
La cruel intención.
Pasaste a llevar el silencio
Y me quedo pasmado en tu voz.

Atrevimiento

A ratos te habito

y por hábito el frío

fielmente me coarta

hacia el infinito.

Un rato te grito,

un momento y me visto,

repaso tu aroma y

a ratos no existo.

 

Voy a aprender a mirarte, mi negra,

a nadar en tus labios, bucear tus caderas,

Habitar tus palabras

Y refugiar tus suspiros violetas.

Dibujar en tu lengua

Bocetos de historias de fuego y estrellas.

Aprenderé a besarte

Cuando te decidas por fin a mirarme.

 

Llévame dónde no nos encuentres

para que la luz refresque y te escapes lentamente

y yo pueda seguir tu mirada y perderme,

arrancarme del sueño y volverme presente.

¿No crees que es mejor hablarlo de frente?

 

Me gusta pisar las hojas secas (a dos años)

The trapeze swinger – Iron and Wine

Me gusta pisar las hojas secas. Escuchar su quejido rasposo antes de su último suspiro es un placer que en pocas cosas encuentro, porque además es un juego, me divierto y me dibujo una sonrisa de sinceridad cada vez que lo hago. En parte es por esto que me gusta el otoño y sus tonos cálidos y el filtro sepia que le da a los lugares por donde me gusta andar, perdiéndome en los revoltijos de mi cabeza, enredándome en las calles de una u otra ciudad. Antes, recuerdo, lo hacía de tu mano, caminando por la ladera del San Carlos, serpenteando Tobalaba, jugando a asesinar restos de plátanos orientales (un poco como revancha a sus explosiones de primavera). También he empezado a encontrarle un dulce sabor a la independencia de la soledad, y hacer y deshacer a mi antojo, pero reconozco que no soy el mejor prototipo de “hombre-soltero-viviendo-solo”: mi casa no es un desastre, combinan los colores, casi nunca se me junta loza, hago aseo profundo del baño una vez a la semana y la cama la estiro todos los días, barro día por medio y cada cosa tiene y mantiene su lugar. A veces estas acciones son inconscientes, pero cuando las hago presentes veo lo que me dejaste, y te trasciendo en mi cotidianidad. También continúo ejecutando esos pequeños rituales que teníamos: echarnos al suelo, apagar la luz (no en ese orden, claro está) y perdernos en la música que nos gusta, o el cocinar con dedicación y tiempo, o el cerrar todas las puertas de la casa, y algunos días se me cruza por la cabeza la idea de invitarte a comer a mi hogar, de mostrarte una canción que se te gustará o de abrazar la alfombra entre acordes como hace varios años. Me gusta mirar la muerte como un capítulo más de nuestra historia. Creo que nunca le asocié un significado trágico, pero tu experiencia, la mía y el mundo donde se cruzan hicieron que en mi cabeza germinara la convicción de que no es un final, y que es solo una pequeña parte la que acaba en esa acción que raya en lo poético. Tú sigues conmigo, y lo digo con seguridad. No está tu cuerpo, maltratado por quizá qué fuerzas, pero si están tus palabras, tus fotografías y un montón de cosas que sirven para recordarte… pero además te haces presente en el día a día, como si suspiros de ángel inundaran un segundo, una acción o una decisión, reinventando quizá a propósito tu forma de trascender y permanecer. He repasado los últimos versos de la canción que viviste, he releído viejos cuentos de juegos por Peñalolén, de paseos a la playa, de juegos y comidas en la cama, de cortes de pelo y hospitales, de asados, amigos y canciones, de llantos y problemas, de crisis y de lucha, y de todo lo que aprendí estando contigo, y me llena de orgullo ser tu hijo y querer hacer las cosas como tú. Si, un par de veces he llorado, no porque tu ausencia me dé pena, pero tengo derecho a echarte de menos de vez en cuando. Pero alégrate, estoy bien y creciendo, dando pasos hacia mi sinfonía, haciendo de nuestras vivencias parte de mi banda sonora… eso sí, te pido que me recuerdes sonriente, silencioso, cauto y desordenado, que si caigo no te preocupes, porque me sabré levantar, que si lloro o me equivoco no corras a abrazarme, porque tengo personas en quienes tomar aliento, que si sufro acompañes a quienes me importan, y que cuando cosas espectaculares me sucedan te llenes de júbilo tanto como yo me alegraré. Me gusta pisar las hojas secas porque pienso que cada crujido sopla a la brisa las palabras que no te podré decir, y que las lleva hasta donde estás, lejos del mundo, descansando feliz.

Húmeda

Desvisto tu alma.
Preparo los dedos para remplazar las lacónicas
Palabras por cadencias fracturadas
Y epítetos mudos.
Borbotones de calor
Se arrancan de mi boquiabierto
Deseo de envolverte.
Sube la risa,
Sube la saliva
Y el rito quejumbroso desvanece
Las Pléyades.
Grita el tiempo,
Cruje el galopante mar
Y las hojas continúan secándose
Sobre el pasto,
Manchando de quietud,
Invitándonos a besar la calma.
Pateo las mil imágenes que se agolpan
Desaparece
Desaparezco
Y lo onírico se hace latente
Creciendo en velocidad
Dos, tres veces
Persigo horrores vacilantes
Que cual sueño se transforman en espera.
Suena la puerta
Y despierta
Miras tu ventana,
Anudando tonterías,
Volviéndolas presente y en tus notas ahora se inscribe una nueva fantasía. Corres a la ducha a rememorar el sueño, vibrando con el agua que precipita la temperatura entre tus dedos. Suspiras, tomas vuelo y vuelves con el anhelo casi aberrante de que tu alma regrese a aquel lugar, a aquel juego, a no despertar.

Divagaciones (I)

Hago de trazos relámpagos.
Invoco luciérnagas,
Destrabo embelesados
Momentos que no me dejan avanzar.
Con brazos de viento y una
Especie de contento latir
Puedo destruir
Tus monumentos.
Me alejo del horizonte,
(No me gusta la multitud)
Hacia dentro me dirijo
Cual espantapájaros
Puesto en medio del plantío.
Me enloquecen las ideas,
Reales son mis locuras.
Cubierto voy de descansos,
De demonios y ternuras.
La ortiga se fataliza
Y se arranca de mi veneno:
Tres cuartas partes de tu risa
Y unos cuántos condimentos.
Quiero un mundo feliz
Sin brillantes ni especiales,
Pero más quiero la luna en los ventanales.
Mar y viento arden en el martirio
de la contemplación
¡Bendito sea el que observa
Sin mirar ni una cuestión!